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cruz del sur

el piquete

el piquete Las brasas de un fuego grande me consumían la noción de tiempo y espacio. El chisporroteo de las llamas se mezclaba al murmullo de unas voces melódicas conversando en lo alto de la trasnochada. Alguien me había cubierto con un poncho y estaba reclinada y cómoda en unos fardos. Me incorporé. Busqué con la mirada un parámetro y recordé que eso era la ruta, el piquete, las personas con las que había compartido el día entero y ahora, la noche vacía del camino.

Cerca de mí había chicos dormidos y mujeres conversando en secreto. Una anciana me palmeó la espalda. No habló pero me acercó un jarro tibio con mate cocido que acepté y agradecí... Hacía frío ahí, al amparo de la nada y las estrellas. El no estaba. Salí a buscarlo envuelta y soñolienta.

Muchos dormitaban. Unos pocos alimentaban la vigilia y me veían pasar como a un fantasma, sin palabras. Una mano amiga me señaló la colina, adivinándome el deseo. Le sonreí y sus ojos desgastados de miseria, se complacieron.

Estaba arriba, refugiado en un dintel de roca, perdido en su cielo de sueños inconclusos y estrellas fugaces, como el tiempo.
“Descubriste mi escondite...”susurró como una sombra que percibe y despierta.
“Perdón...”
“Vení. Hace frío...”. Me aceptó en su espacio, dejando lugar para que me escondiera a su lado. Ahí no se filtraba el viento. Era un sillón de piedra hacia la pantalla de todo el universo. “Es el dormitorio ideal...”
“Si es tu cama... no debería compartirla... Van a hablar de nosotros...”
“¿Quiénes... las lechuzas... o las estrellas?”

de Menta y quebracho (fragmento)

rojA

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